El riesgo de la exposición prolongada a la luz azul ha despertado mucha preocupación debido a la elevada cantidad de energía que esta luz presenta.

El impacto más claro de esta exposición sobre la visión y la salud de la retina es la fototoxicidad aguda. Se ha evidenciado que este daño es fotoquímico, no fototérmico como se informó por primera vez en 1978 (Ham et al., 1978), y se ha podido definir el espectro de acción para este tipo de daño, el cual alcanza su punto máximo en torno a los 440 nm (Sliney y Freasier, 1973).

La exposición excesiva del ojo a la luz azul puede causar daños fotoquímicos irreversibles en los tejidos oculares, provocando alteraciones como estrés oxidativo, apoptosis celular, inflamación y daño en el ADN, dando como resultado el desarrollo de patologías como ojo seco, conjuntivitis, queratitis y degeneración macular asociada a la edad (DMAE), entre otras (Ouyang et al., 2020).

Resulta importante destacar el riesgo relacionado con la exposición crónica a la luz azul de los dispositivos LED con pantallas retroiluminadas. No solo se ha verificado el potente daño celular ocasionado por la luz azul en estudios in vitro (Shang et al., 2013), sino que se ha demostrado la función específica de esta de la luz azul en procesos oculares degenerativos como la DMAE (Algvere et al., 2006).

Asimismo, la exposición a la luz azul está estrechamente relacionada con la aparición de la fatiga visual, ya que trabajar con dispositivos de retroiluminación LED induce síntomas tensionales y oculares (Shantakumari et al., 2014). También está relacionada con el ojo seco, cuyos síntomas empeoran al realizar actividades de cerca con pantallas digitales con iluminación LED (Benedetto et al., 2013). Además, los deslumbramientos son otro problema, ya que las luces LED producen una mayor sensación de molestia frente a otros tipos de lámparas, siendo este un malestar que aumenta a medida que se intensifica la luz azul (Sivak et al., 2005).

Actualmente el uso de dispositivos digitales ha crecido exponencialmente y su uso se ha globalizado, haciendo que pasemos horas y horas frente a ellos. Esto ha creado una creciente preocupación por la salud ocular, por este motivo, cada vez más autores sugieren la utilización de filtros de luz azul como medida preventiva o paliativa (García Molina, 2017). Algunas de las ventajas teóricas del uso de filtros de luz azul incluyen la protección contra el daño retiniano, con un posible papel en la prevención del desarrollo de la DMAE, la mejora de la sensibilidad al contraste, la reducción del deslumbramiento en condiciones fotópicas y mesópicas, y la reducción de la alteración en la visión del color azul. Asimismo, también se ha afirmado que estos filtros mejoran la calidad del sueño tras el uso de dispositivos electrónicos por la noche y reducen la fatiga visual, junto a sus síntomas, durante el trabajo intenso en dispositivos digitales (Augustin, 2008)

En Opticlass Centro Óptico te informamos de los distintos filtros que existen como protección de la luz azul y valoramos cual es el mejor para tus ojos.

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